En el primer año del Cementerio General de Valencia no existían los nichos. Se construyen con el fin de aprovechar el terreno y ahí están inhumados las familias que ya tenían unos derechos adquiridos en los cementerios parroquiales. Así, no es extraño ver inhumados los restos de algún que otro miembro de la alta sociedad valenciana y también a uno de los últimos inquisidores, Rodríguez Laso. Normalmente estos nichos están comprendidos con fechas del primer tercio del siglo XIX. Al construirlos sobre el muro dejaron tapados los primitivos azulejos que se hallaban adosados indicando la presencia y distancia de las tumbas, en un momento en que no existían las lápidas que recordaran a los difuntos.
Aquí está enterrado también Manuel Blasco Vergara, uno de los arquitectos, junto con Cristobal Sales, arquitecto y académico valenciano, que proyectaron el Cementerio General de Valencia. Inicialmente, se trataba de un recinto rectangular de unos 3.200 metros destinado a fosa común, murado, con un único acceso centrado en su muro Este del que partía un paseo central que dividía el espacio en dos cuadros y que finalizaba en una capilla, situada en el fondo, adosada a su muro Oeste.