Esta gran cruz se erige en recuerdo a las víctimas de las siete epidemias del cólera sufridas en el siglo XIX, especialmente la de 1885 en la que murieron más de cinco mil personas.
En este lugar se enterraron algunas de las víctimas, se abrieron zanjas y se taparon con cal y arena. Hubo muchos problemas para encontrar a carreteros que condujeran los cadáveres y también gente dispuesta a enterrarlos, por lo que se pagaban altos jornales. Afortunadamente poco después de esta última epidemia el cólera se erradicó debido al empleó de las ya famosas vacunas del doctor Jaume Ferrán.